La paradoja de la DESCONEXION.
Antes de empezar me gustaría decirle a mí ‘síndrome de la impostora’ que por favor se calle. Llevo un tiempo sin compartir mis reflexiones y ya me está diciendo la muy cabrona que ‘para qué vas a compartir nada, si esta todo dicho’.
Mira querida, te adoro porque formas parte de mi, pero deseo tantísimo retomar la escritura y compartir mis intensas reflexiones que, mientras tanto, le puedes hablar un rato a mi mano sin esperar respuesta, de momento.
¡OJO! No te evito, pero si te aparto un rato. Bien, de algo me ha servido la terapia.
Gracias por recordarme que no he de hacerte mucho caso.
Precisamente esta retahíla recién soltada es fruto de un proceso de conexión. Me he sentido tremendamente desconectada por momentos estos últimos meses.
A pesar de repetirme mil y una veces, ‘vuelve a tu centro’, había algo que se descojonaba dentro de mí y no entendía muy bien que idioma hablaba.
El caso es que siempre hablamos de desconexión. Pero ¿que entendemos por eso?
Joder. Necesito desconectar. Estoy muy estresada.
No me da la vida, cuando me dan unas vacaciones.
Desconecta este finde, te va a venir bien.
¿Todavía no has desconectado del curro?
Desconecta, disfruta y vive.
Mirad, os voy a compartir una observación algo paradójica, pero es que llevamos toda la vida pensando que lo que necesitamos es desconectar cuando realmente lo que debemos obviar de esa palabra es el ‘de’ y no ‘conectar’.
Aunque sea un tramite para encontrar el equilibrio, la desconexión no considero que sea la palabra correcta.
Incluso el propio fluir se asocia a la desconexión. Pero ¿desconexión de que, señorxs?
Si lo que hemos venido a esta vida a es a C-O-N-E-C-T-A-R.
Con los sentidos, y dejar penetrar esas vibraciones por todo tu cuerpo, piel, órganos vitales.
Conectar, si. Eso es.
Vivimos conectados a miles de aparatos, redes, mensajes, auriculares, televisiones, etc. Pero aun así parece que somos incapaces de conectar con las sensaciones integradas en nuestros cuerpos.
Vivimos en una sociedad que nos envuelve en miles de procesos automáticos, pero y ¿si nos planteáramos esos 10 minutos de conexión diaria hacia dentro, desconexión de lo exterior y buena dosis de enamoramiento hacia nuestros cuerpos?
Quizás unos momentos de reflexión para apagar el ruido de allá fuera, retomar ideas y sueños que a base de capas auto impuestas y muchas otras recibidas hemos dejado aparcados en la recamara.
Escuchad, o mas bien leed, os va a sonar a Mr. Wonderful y no lo es. Pero la vida es demasiado valiosa como para pensar que necesitamos unas vacaciones para desconectar.
Hablemos en presente y por ende recibamos en el mismo arco temporal.
Son 10 minutos, 10. Un tiempo en el que te agradeces haber llegado hasta aquí. Sostener un instante de pausa donde millones de cosas pueden ocurrir, donde algo maravilloso puede iniciarse, volver a empezar o simplemente soltar.
Feliz vida, señorxs.