Con R de renacer.
No hace mucho hablaba de transformación, renacimiento y renovación.
De la importancia de adaptarse al cambio, y hacerlo con una buena dosis de aceptación. De lo contrario, nos revolcamos en una sensación un tanto desapacible que poco nos ayuda a elevar nuestra esencia.
Sin embargo, todo tiene su lado profundo, oscuro, no visto. Y quizás, uno de ellos al que este concepto de renacer se refiere, es una constante en la vida.
Un renacimiento entendido como una purga de conceptos, ideas, objetos, personas. Entendido como la extinción de lo que entraba en nuestro campo magnético, a nuestro alcance, y que ahora por alguna razón ya no permanece. Es más, se ha transformado.
Duele. Si.
Es incomodo. Si.
Parece que nunca termina. También. Porque creemos que algo siempre debe tener un objetivo en lugar de abrazar el propósito que nos mantiene vivos.
Ante este tipo de reflexiones me pregunto habitualmente, y ¿ahora qué?
Pues el que, no es el como, por tanto mejor no obsesionarnos con ello.
El cómo cobra importancia, la justa para ayudarnos a avanzar.
El que es estatico, el como dinamico.
Y aunque no tengas una respuesta inmediata. No importa.
El cómo surge mientras se vive. El cómo se construye a cada paso y respiro, a cada conexión en la presencia más absoluta guiada y dictada por el oxigeno que nos mantiene vivos.
El secreto. Conecta con esa constante, conéctate con esa fuerza centrifuga que te mantiene vibrando en esa frecuencia. Porque algún día, cuándo mires atrás, con mayor apertura y predisposición, reconocerás en ti aquellas partes que HOY, solo hoy puedes apreciar con una nueva perspectiva.